Abstract-introducción
La formación del analista insiste
como pregunta. Resuena desde los inicios del análisis mismo respecto de la
apuesta freudiana que sostenía la transmisión de un método clínico a partir del
pasaje por la experiencia analítica. Pero eso no ha excluido además la
dimensión epistémica de la formación, que implicó para Freud y los pioneros,
teorizar, reunirse y por qué no, escindirse. La historia del psicoanálisis está
atravesada por esas rupturas que nos llevan a interrogar por la política en
juego. Desde la Escuela de los Foros sostenemos, con Lacan, que la política es
el lazo. Eso no nos deja eximidos del conflicto, pero al menos constituye la
dimensión de una apuesta. Por otro lado, el klinos griego, que se trastorna
en nuestros días bajo la forma de divanes virtuales y cámaras apagadas o
encendidas, plantea interrogantes a nuestras (de) formaciones de analistas, si
seguimos la vía de Dominique Fingerman.
¿Cómo se anudan clínica y política?
¿Qué es un analista en formación y cuál sería su forma última si es que la
hubiera? ¿Cómo se entrelazan las formaciones del Inconsciente “de cada uno” con
la formación propuesta por una comunidad? ¿Qué diferenciaría un analista
miembro de una Escuela de otro orientado por una asociación profesional?
Estos interrogantes abren caminos,
nuevos caminos a la reinvención del psicoanálisis y sus formaciones actuales.
1.
El valor de la Otra
escena como transmisión
El relato con el que queremos
introducir la cuestión tiene tres personajes: El fotógrafo e investigador
británico Eadweard Muybridge, un socio capitalista
acaudalado y ex gobernador de California, Leland
Stanford -sí el de la famosa Universidad- y Sally Gardner, una yegua pura
sangre.
En 1870 había una suerte de
conflicto/pregunta que insiste entre algunos fanáticos del turf -carreras de caballos- que desataba un debate entre dos
grandes facciones que se dividían así:
…mientras algunos decían que durante el galope de un caballo
había un instante en el que las cuatro patas del animal estaban en el aire
simultáneamente, otros afirmaban que en todo momento había una pata tocando el
piso (Mendonça Paz, 2020, 50).
Este interrogante lleva a que Leland Standford contrate al fotógrafo mencionado para
llevar adelante una investigación primero y luego la demostración de que en
algún momento del galope -era partidario de esta posición- las cuatro patas
estaban en el aire. Con dicho fin, Muybridge se instala en el rancho de Palo
alto del magnate -hoy en día devenido campus de la Universidad de Stanford- y
proyecta y construye un dispositivo para capturar las imágenes que eran
imposibles para el aparato del ojo humano y que tampoco los pintores de esa
época lograban capturar en sus dibujos. Se trataba de un acto que no podía ser
retratado, capturado o demostrado, sin otro dispositivo aledaño.
Citamos el desenlace de este relato:
Luego de varios años de idas, vueltas y muchos experimentos
fallidos, Muybridge finalmente pudo tomar en 1878 una sucesión de fotografías
que mostraba con mucha claridad todos los movimientos de una yegua pura sangre
llamada Sally Gardner (Mendonça Paz, 2020,51).
Resulta muy interesante cómo, a
partir de determinada pregunta o conflicto, surge Otra escena. Escena cuya
ligazón o lazo con lo anterior no es tan fácil de establecer sin forzamientos.
No, si nos abstenemos de la psicogénesis, término
criticado por Lacan pero muy utilizado por las
psicologías y las terapéuticas en general. Hay una disyunción insalvable entre
la pregunta por las patas del caballo, su resolución y el invento de un
dispositivo que luego deviene Otro: el cine. O, en otras palabras, no hay relación/proporción
entre la intención y el descubrimiento posterior. El hecho en sí queda probado,
pero surge otra cosa que no se esperaba. Es, más o menos, la estructura del análisis así como la de varios descubrimientos históricos.
Eso Otro que surge no puede
reducirse a un mero conocimiento científico o a data. Partiendo de un saber supuesto, surge otro camino, una nueva
formación o deformación de lo anterior. En otras palabras, ese saber, que se
suponía cuando se hace su demostración, cae dejando un resto.
Esta es la estructura de las
formaciones del analista, interminables en su reinvención de Otras escenas que
caen de allí sin surgir directamente de ellas. Por eso, los obstáculos y las
resistencias son más interesantes que las comodidades y los working through o Insights (logros). Se privilegia,
en la formación del analista que Lacan propone para su Escuela, el lugar al
Inconsciente o el intervalo en el que
la Otra escena puede advenir.
Este es un primer punto a señalar:
requerimos de una política que haga lugar a lo inesperado en la medida en que
el Inconsciente se puede frecuentar, pero no habitar como una localidad en la
que instalarse. Instalarse en el Inconsciente sería dar lugar a la locura más
cruda, comparable a la de algunas crisis psicóticas.[2]
La historia del movimiento de las
patas del caballo está relatada en el reciente libro de un amigo, Fito Mendonça Paz, cuyo título rescata la frase de Jean-Luc
Godard: “El cine es el fraude más hermoso”. En el cine como fraude, al igual
que en el psicoanálisis y la poesía como estafas señaladas por Jacques Lacan
(Lacan, 1977, 34) por tratarse de un S1
que parece prometer un S2, no conviene subrayar lo delictivo del asunto -en
el hecho de engañar al otro- sino el apoyo en un dispositivo de ficción que
produce Otra escena. Allí donde se promete algo, adviene una estafa, es decir,
otra cosa diferente a la que se prometió.
Parece que pasa una cosa, pero pasa
otra. De ahí el verdadero valor de la resistencia en la transmisión. Volveremos
a esto en el último punto.
2.
El analista como pasador
del psicoanálisis
¿Cómo documentar un acto que, aunque
tenga una larga preparación y trayectoria en el sentido de una suerte de
movimiento anterior, no deja de ser un instante, un corte, y su estructura la
de un impredicable?
Esto último señala Dominique Fingermann (2018)
comentando la Proposición del 67 de Lacan. Y agrega:
…acto, deseo del psicoanalista, deseo inédito; es una
referencia vacía de sustancia, pero que tiene efectos (…) no remite a ninguna mistagogía, pedagogía, ni farmacología, sino que señala la
operación analítica como una operación lógica con derivaciones éticas
(T. Fingermann, 2018, 34: el subrayado es nuestro).
Hay otra idea presente en el mismo
libro que conviene destacar y es la de la deformación
permanente del analista con el fin de constituirse en pasador del psicoanálisis (T. Fingerman,
2018, 22). La necesidad ética de seguir “pasando el pase”, como dice la autora,
tomando la expresión de Lacan. Nuevamente, estamos situando el pase y el cartel
en el centro del problema de la transmisión en psicoanálisis. Y no solamente en
forma de dispositivos en sí mismos
sino por su ex-sistencia, esto es, su real, y los sus
efectos de transmisión que podemos situar.
Siguiendo con la inspiración de
Dominique T. Fingermann, tomemos nuevamente otra ya
célebre frase de Lacan: no hay formación del analista, sólo formaciones del
Inconsciente, para preguntarnos: ¿Cómo transmite el Inconsciente? ¿Cómo nos
llegan sus deformaciones?
¿Se trata de un mensaje
preestablecido, ya conformado, que conforma, con forma? Nos apoyamos en la
enseñanza de Lacan cuando señaló, tempranamente, que la práctica del
psicoanálisis subvierte el esquema de comunicación clásico de tres partes, a
saber, un emisor que emite un mensaje a un receptor. En este sentido, el
inconsciente debe ser interrogado como transmisor que no cumple estrictamente
con este esquema y que requiere de alguien sensible a poder escucharlo y que,
haciéndose eco, pueda hacer pasar un
mensaje.
Es con el interlocutor en presencia que eso sueña, eso falla, ello
ríe, si tomamos a Lacan en 1966 (p. 102). Este trío (el sueño, el acto fallido
y el chiste) que con el Inconsciente en análisis y luego de este, ciertamente
reemplaza al otro de la comunicación (emisor, mensaje, receptor), no impide la
pregunta: ¿puede también reemplazar al trío obligatorio desde Freud, el del
análisis personal, el control y el estudio de la teoría? Ciertamente no, pero
sí vuelve a poner el acento en el análisis personal, en tanto el Inconsciente
puede ser leído en intención en la
“experiencia inaugural” (Lacan, 1966, 140) que constituye el análisis personal.
Es el síntoma, entonces, el que vuelve a aparecer y a tomar su lugar en la
transmisión del inconsciente y del psicoanálisis como dispositivo en su dispar
e intermitente captura. ¿Cómo transmitir con el síntoma, cuando ya des-armado y deformado por el análisis, no va a parar
detrás de un vidrio como una reliquia en
un museo[3] sino
que puede mantenerse como brújula (Freud, 1895, 163)?
Alguna vez imaginamos una cadena de
eslabones que conducen a todos los
analistas hasta Freud como primer eslabón. Podemos preguntarnos de qué tipo de
anudamientos se trata y si escribimos el trípode análisis, control,
supervisión, en forma de nudo borromeo, hasta podemos
hablar de cadenas de eslabones de tres anillos. También podemos avanzar en la
dirección de incluir al pase, al cartel y a la Escuela misma como otros tipos
de anudamientos que Lacan propone para tratar este tema de la
transmisión/deformación de los analistas.
Pero la estructura que realmente nos
interesa aquí es la que conocemos como eslabón
perdido. En cada uno de esos eslabones, de esas transmisiones estilísticas
de todos los analistas que se colocan como pasadores
deformados del psicoanálisis, conviene dejar algo caer, algo que no podemos
saber, algo que en la transferencia no podría ser dicho ni recuperado luego.
Freud lo ha llamado castración, Lacan lo ha ubicado como real. Dos palabras
conceptuales muy elaboradas que implican una transmisión y un pasaje, una
apertura en el campo del saber.
También, siguiendo esta suerte de
esquema de anillos desde Freud y su pecado
original[4],
podemos ubicar otras bifurcaciones que se abren y se disgregan, se alejan de
ese trípode clínico, político y ético que establecimos y se desarrollan en
otros campos que no son de nuestro interés aquí. El psicoanálisis aplicado a otras cosas… Siempre tenemos
reservas sobre ello. Preferimos aplicar otras cosas al psicoanálisis por
considerar poco interesante y poco entusiasmante la
operación contraria que suele hacer bastante mal al psicoanálisis y a su
transmisión. El inconsciente en acto y su saber sin sujeciones suelen ser mucho
más interesantes y contundentes cuando aparecen, que los sentidos simbólicos
que pueden deducirse en una interpretación sin transferencia, eternamente
salvaje y muchas veces violenta.
3.
Las resistencias como transmisión y formación del analista
Ya en su texto de 1957, El psicoanálisis y su enseñanza, Lacan
señala otro punto central sobre la formación del analista, que no es ajeno a un
comentario sobre la ética, la clínica y la política de formación en la Sociedad
francesa a la que pertenecía en aquel entonces.
Dirá, por un lado, que el
psicoanálisis nos enseña algo y que el dilema se instala en ¿cómo enseñar
aquello que nos enseña? En sus palabras: “¿qué es eso que el psicoanálisis nos
enseña que le es propio?” (Lacan, 1957, 422). En este texto Lacan ya avanza en
líneas y tensiones que reconoceremos más tarde en sus reflexiones sobre la Escuela
y el pase: la formación del analista debe ser ruidosa, incómoda, pues debe
estar sujeta a preguntas y a la autorización de sí mismo como en la Proposición del 67 (Lacan, 2012, 261) y
no a meras respuestas técnicas, con sus reglas y rituales con las que se las
arregla para salir del paso o salirse de su lugar de ser pasador del
psicoanálisis (T. Fingerman, 2018, 22). El analista
por definición no está solo y, aunque se lo pueda ver como un solitario, hace lazo, pues es su deber ético
producirlo y sostenerlo para que su operación lógica pueda tener un lugar. No
puede estar solo y esto va para su práctica cotidiana y para sus formaciones,
en plural, con otros.
Lacan es contundente:
Sepan que esa puesta en tela de juicio es efectivamente la
que asumo al plantear mi pregunta, y que en esto yo, analista, me distingo de
los que consideran que la puerta cerrada sobre nuestra técnica y la boca
cerrada sobre nuestro saber son expedientes suficientes para poner remedio a
esa alteridad desfalleciente (Lacan, 1957, 423).
Fallece la alteridad si la puerta
permanece cerrada, la boca también cerrada… ¿Abstinencia o cobardía? ¿acto
solitario o soledad sin otro? ¿corte con la conciencia yoica o autismo[5]/autoerotismo?
Cuando aparece la alteridad, y no se la deja desfallecer tan fácil ni rápido,
cuando se sostiene esa pulsión siempre radicalmente disidente, aparecen las
resistencias.
¿Cómo recordarles a los analistas,
sigue diciendo Lacan, “que el error encuentra sus seguridades en las reglas con
que se protegen las preocupaciones que él engendra”? (Lacan, 1957, 423). Esos
errores que no se cuentan, esas metidas de pata que dan escozor, permiten
esconderse detrás de reglas propias y protegen al analista del horror cotidiano
de su acto. Su seguridad es demasiado cómoda para que algo suceda entonces.
“Autorizarse no es auto-ri(tual)izarse”,
dirá en 1973 (Lacan, 2012, 328).
Eso propio del psicoanálisis, que va
más allá del dispositivo aunque tal vez no de la disponibilidad del analista, no es el
antiguo análisis de las resistencias,
como Freud mismo lo llamó, sino el análisis como resistencia, como tratamiento
de las resistencias que emergen desde lo ya tratado por el sujeto en sus
síntomas.
En un texto recientemente publicado
en la revista digital Nadie duerma nº 10, abordamos la relación entre el tratamiento de la
resistencia y la transmisión en oriente, especialmente en japón, apoyado en el bushido y en la práctica del Aikido (Buttini,
2021). El título de ese número se
llamó Interrumpir el silencio, lo que
me parece más que adecuado para ir cerniendo la discusión sobre las formaciones
de los analistas. Generalmente romper el silencio permite tomar la palabra y
alzar la voz[6], lo
que hace sino evitar al menos develar abusos en la mayoría de las prácticas a
las que nos habituamos sin cuestionar.
De este trabajo tomamos un epígrafe
de Morihei Ueshiba que
puede abrir la posibilidad de avanzar sobre este obstáculo: “el aikido es el
principio de no resistencia, como es no resistencia, es victorioso desde el
principio” (Saotome, 1986). “No resistencia” no debe
ser confundido con adaptarse a todo. Es más bien lo contrario, es deformarse,
para mantenerse alerta sobre esas adaptaciones que los sujetos pretenden que el
Otro les otorgue junto con títulos mágicos de garantías que, lejos de generar
tensiones teóricas y preguntas incómodas, respondan a su demanda de amor en
forma directa: Te demando que me des eso que te pido, pues es eso… lo que creo,
imagino, calmaría mi angustia. Resistencias del analista, resistencias del
analizante, resistencias que se vuelcan en el procedimiento y en el
dispositivo.
Para concluir esta presentación
tomemos dos kanjis japoneses, que
resumen de alguna manera nuestra posición respecto del nudo entre resistencia y
transmisión. Aclaremos que “los kanjis
no son palabras, sino imágenes, conceptos. A diferencia de nuestro alfabeto, un
kanji no se lee, se mira” (Sardegna, 2020, 63).


El primero, ma-ai puede leerse como “la
distancia tiempo-espacio que separa a dos fuerzas y a sus posiciones
respectivas. Ma-ai
puede traducirse como intervalo, espacio o unión convergente” (Saotome, 1986, 198). El De-ai por su parte puede traducirse como “el instante preciso del
encuentro”, señala el sensei Mitsugi
Saotome (202). Y agrega que “el estudio del instante
preciso exige una mezcla paradójica de concentración intensa y disponibilidad
total” (202).
En la elaboración o formación del
practicante, en estas dos nociones en el combate que provienen del Budo, especialmente del kendo,
el arte del sable, importantes e influyentes en la formación del aikido, se ponen en juego las resistencias propias. Eso “propio” aparece
de forma menos obstaculizada en el arte y en el psicoanálisis, y no tanto en la
ciencia donde el deseo del investigador[7], lo que
éste quiere sin saberlo y lo que pretende del experimento, está fuera de escena
o al menos dejado de lado. Entonces, es en la medida en que las resistencias
propias van siendo analizadas, conversadas en control con colegas, estudiadas,
es que se avanza en esa formación-práctica que va por intervalos, aperturas y
cierres y no se hace de una vez y para siempre. No hay una continuidad entre la
formación y la intención de formación sino por una lógica de tiempos
singulares. Dice Saotome:
El control eficaz no supone un control precipitado. El
tiempo de reacción debe ser proporcional al ataque del adversario. Debe
esperarse el momento oportuno y, entonces, crear una abertura. La precipitación
destruye el proceso (Saotome, 1986, 203).
En el campo de la ética se
pluralizan las formaciones del analista, en la medida en que no tomamos al
lenguaje como mero instrumento o herramienta y en tanto que hay experiencias de
lo menos pensadas que han aportado algo a nuestra operación o nuestra
disposición al Inconsciente. Es allí donde la política de las formaciones abre
un horizonte que permite tener, en ellas, a este inconsciente como objeto en la
práctica del analista, en el control de sus posiciones y en el estudio de la
teoría. Este inconsciente, anudado al síntoma de cada quien, analizado, hace
una estructura que habilita el lazo social analítico. Ello permite hacer un
ruido que pueda conmover el terreno de la Escuela cuando se vuelve demasiado
firme y el de su práctica cuando se torna demasiado solitaria.
Nuestras patas que en la Escuela son
cuatro, como las de la famosa yegua Sally Gardner, análisis, control, estudio
(cartel) y pase, pueden también seguir la estructura de 3 +1 donde el pase es
el más uno, un plus propio de una en la formación específica. El pase es así un
dispositivo de transmisión y, como siempre, reaviva las resistencias en la
Escuela.
Ahora bien, estas cuatro patas,
¿estarán todas en aire al mismo tiempo o se apoyarán de a una o de a dos para
galopar?
Bibliografía
-Buttini, M. (2021) Transmisión y resistencia: arte del peligro, Nadie duerma Revista
digital del Foro Analítico del Río de la Plata, Bs. As., 2021. www.nadieduerma.com.ar
-Freud, S. y Breuer, J. (1895)
“Estudios sobre la Histeria”, Obras
completas, Amorrortu Editores, Tomo II, Bs. As., 1999.
-Lacan, J. (1957) “El psicoanálisis y
su enseñanza”, Escritos 1, Siglo XXI,
1988.
-Lacan, J. (1966) Mi enseñanza, Ed. Paidós, Buenos Aires,
2006.
-Lacan, J. (2012) “Proposición del 9
de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.
-Lacan, J. (1973) “Nota italiana”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós,
2012.
-Lacan, J. (1976-1977) El seminario, libro 24: L´insu
que sait de l´une-bevue s´aile ´a mourre, Inédito,
versión y traducción Ricardo Rodríguez Ponte para la EFBA. Bs. As., 1988.
-Mendoça Paz, Fito. (2020) El fraude más hermoso. Una mirada sobre el
cine y nosotros, Ed. Futurock, Bs As, 2020.
-Sardegna, M. (2020) Los años tristes de Kawabata. Odelia, Bs. As., 2020.
-Saotome, M (1986) Aikido o la armonía de la naturaleza, Kairós, Biblioteca de la
Salud, 7ma edición. Barcelona, 2009.
-Touchon Fingermann,
D. (2018) La (de)formación del analista,
Escabel, Bs As, 2018.
[1] Una versión de este texto fue presentada por el
autor en el Espacio Inter-colegios Clínicos de
América Latina Sur, organizada por el Colegio Clínico del Río de la Plata,
EPFCL el 29 de marzo de 2021. La actividad estuvo coordinada por Lujan Iuale, Silvia Migdalek y Mariano Daquino. Reproducimos a continuación el abstract
que lanzaba la propuesta que tuvo 3 encuentros durante ese año.
[2] “Entre locura y debilidad mental, no tenemos
sino la elección”. Lacan, J. (1976-1977) "El seminario, libro 24: L´insu que sait de l´une-bevue s´aile ´a mourre". Inédito, versión y traducción Ricardo
Rodríguez Ponte para la EFBA. Bs. As., 1988. Clase del 11/1/77. Pág. 34.
[3] Quien desarrolla este punto crucial es el
filósofo italiano Girogio Agamben: “Museo no designa
aquí un lugar o un espacio físico determinado, sino la dimensión separada en la
cual se transfiere aquello que en un momento era percibido como verdadero y
decisivo, pero ya no lo es más”. Agamben, G. (2005) Profanaciones. Adriana
Hidalgo Ed., Bs As., 2009. Pág. 109. Lo hemos tomado en Buttini,
M. (2016) Des-enlaces del analista: ¿de eso se trata?
En HÉTÉRITÉ, Revue de Psychanalyse,
Nº 12 Enlaces y desenlaces según la clínica
psicoanalítica. Publicación de la Internationale des Forums, École de Psychanalyse des Forums du Champ Lacanien. Págs 320 a 325. (www.champlacanien.net)
[4] Expresión de Lacan que usa en El Seminario 11: los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis (1964) y que retomo en el texto ¿Por qué transmitir? El revés de una pregunta freudiana en Revista
Sic nº 1, Publicación de la IPFCL-Al sur. Letra viva,
Buenos Aires, 2014.
[5] No debemos olvidar que este término tan
instalado hoy en día, es acuñado por E. Bleuler para introducirlo en el círculo
Suizo-católico, en un operación políticamente
correcta, quitando el eros de la
causa freudiana-judía. Más o menos así es la lectura de Paul Bercherie, con la que acuerdo.
[6] Título evocado por el excelente libro de las
colegas argentinas Luján Iuale, Julia Minaudo y Agustina Saubidet: Alzar la voz. Incidencias clínicas del incesto. La docta
ignorancia, Bs. As, 2020.
[7] Lacan, J. (1964) Seminario 11: Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis ". Ed. Paidós, Bs. As., 1987.