Uno de los primeros textos que leí de Lacan fue “La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” (1960). Mi primera dificultad fue entender el título. Después de haber estudiado psicología, me atrajo el hecho de que el tratamiento subvierte al sujeto, que, desde la perspectiva de la psicología y la filosofía, es diferente al sujeto en el tratamiento psicoanalítico. Aunque la respuesta a mi pregunta se basaba en la simple suposición de que el tratamiento depende de la forma en que se conceptualiza al sujeto, solo se cristalizó para mí lentamente, tras mi experiencia de psicoanálisis y la lectura de textos con miembros de la EPFCL-Escuela Francesa de Psicoanálisis.[1]

En este artículo intentaré presentar algunos elementos de la teoría y la práctica de Lacan que me permitieron captar la noción de subversión del sujeto y comprender la posición del psicoanalista como interlocutor que podría responder a la interrogación sobre la esencia del sujeto. Queda por saber si, hoy en día, esta subversión del sujeto une o no a la corriente lacaniana con las otras corrientes del psicoanálisis, practicadas por los miembros de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) fundada por Freud.

En los años noventa, cuando estudiaba psicología en la Universidad de Varsovia, la práctica estaba dominada por la corriente terapéutica llamada Gestalt. Sus creadores, que habían recibido una formación psicoanalítica clásica, desarrollaron un enfoque considerado como parte de la corriente humanista y fenomenológica de la psicología, cuyo objetivo era “eliminar los bloqueos y las pérdidas en la figura humana para llegar al auténtico yo.” Su metodología consistía en “explorar el continuo de la conciencia, ampliar los límites de la conciencia sensorial, alcanzar las necesidades y los deseos” (Sęk, 2019). Además, la enseñanza académica del psicoanálisis de Freud oscilaba entre la simplificación y la incomprensión. Esto sigue siendo así hoy en día, aunque entretanto el enfoque cognitivo ha sustituido a la Gestalt. De esta enseñanza aprendemos que hay motivos inconscientes que influyen en los pensamientos y acciones de los sujetos, de los que se protegen mediante diversos mecanismos de defensa. Anna Freud, que tomó el camino del análisis de las resistencias atribuidas al yo más que el del análisis del inconsciente, es más reconocida que su padre, el inventor del psicoanálisis. Más precisamente, se enseña que, bajo la influencia de las exigencias del superyó, el yo se defiende de lo sexual o de lo agresivo, que proviene del ello y que tiene que ver con los deseos incestuosos del complejo de Edipo (Mc Williams, 1994). Este concepto no ha chocado aún con la idea de Lacan de que es el superyó heredado de la madre el que obliga al sujeto a aspirar a un goce completo mientras que el goce es siempre parcial. La función paterna, que ha pasado a formar parte del orden simbólico en Lacan, se supone que atempera la búsqueda del goce unificador, así como la culpa que se deriva de esta búsqueda insatisfactoria (Soler, 2011, p. 74).

A la luz de la enseñanza de época, muchos estudiantes integran la idea errónea, pero muy extendida, de que el psicoanálisis se ocupa de la sexualidad del sujeto entendida como lo que la persona hace en el contexto de su vida sexual real. Esto se debe, en parte, a que los estudiantes no consultan la bibliografía por su cuenta, sino que prefieren escuchar las clases de los profesores. Esto no es sorprendente: después de todo, son los profesores los que evalúan sus conocimientos y excluyen la discusión de los mismos, que Lacan describe con su “discurso universitario”, la matemática de uno de los cuatro lazos que, según él, establece un vínculo específico entre los hablantes. Lacan describe este discurso como aquel en el que se trata del saber del maestro (Lacan, 1968-1969, clase del 18/6/1969) y del que resulta la producción de sujetos preformados en su saber, a imagen del maestro. Pero este discurso es, según él, solo una de las transformaciones del “discurso del amo” (Lacan, 1969-1970, clase del 10/6/1970) en el que el sujeto recibe del Otro, significantes que lo definen y en los que cree (falsamente) poder reconocerse. Lacan dirá más tarde que no hay amo, sino un significante amo S1 (1971-1972, clase del 2/12/1971) y que el lugar que ocupa este significante en este discurso es el del semblante (Lacan, 1971, clase del 20/1/1971). Por lo tanto, no permite captar la esencia del tema.

Los profesores universitarios aprecian la construcción uniforme de la personalidad que propone la teoría freudiana, basada en su teoría de las pulsiones y los estadios del desarrollo sexual (que comienzan con la fase oral y pretenden culminar en la fase genital) y en su consideración general del periodo infantil. Sin embargo, no desarrollan el concepto de inconsciente y no destacan la importancia de la huella de los recuerdos sexuales tempranos en el sujeto[2]. Estudiando a Freud, se comprende que la creencia en el pansexualismo del psicoanálisis desvía en realidad la atención de la tesis, precisa, pero a menudo difícil de captar (prueba de que todavía no está presente en la enseñanza), de que se trata de una sexualidad infantil reprimida (Freud, 1905, pp. 118-119) y no engendrada por la seducción de un adulto, como consideraba Freud inicialmente, idea que refutó más tarde (Freud; Fliess, 1897, carta del 21/9/1897). A esto hay que añadir que los profesores no discuten los grandes análisis freudianos con sus alumnos, incluso cuando realizan su propia práctica psicoanalítica fuera de la universidad. Los casos paradigmáticos de Dora, el Hombre de las Ratas, el pequeño Hans, la joven homosexual o el Hombre de los Lobos siguen siendo desconocidos y no ilustran los conceptos clave del psicoanálisis, como la transferencia, la repetición o el síntoma (Freud, 1935)[3].

Los cursos de formación clínica y psicoterapéutica, que tampoco han cambiado mucho, consisten en observar al paciente, reflejar sus sentimientos y experiencias y parafrasear sus palabras para comprenderlo, así como describirlo a la luz de los criterios del actual Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (CIE o DSM). El tratamiento generalmente sirve para “reelaborar” áreas problemáticas de la personalidad del individuo, con el fin de mejorar las relaciones y hacer que se adapte mejor a la sociedad. Lo mismo ocurre con los cursos de psiquiatría. Yo misma descubrí en el hospital lo que luego leí en libros de Lacan sobre cómo no se debe tratar a los pacientes psicóticos.

En su texto “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis” (1958, pp. 532 y ss.), Lacan presenta una idea opuesta a este enfoque psiquiátrico que, sin embargo, se ajustaba a la hipótesis filosófica y científica relativa a la existencia del sujeto como perceptor unificador. Aquí Lacan cuestiona la referencia del fenómeno de la alucinación a parámetros de la realidad (por ejemplo, si el paciente oye voces o susurros). A la luz de este postulado psiquiátrico, contemporáneo de su enseñanza y que es también el fundamento de la moderna psicología cognitiva, es a través de los órganos perceptivos cómo se define la realidad del sujeto. En otras palabras, lo que los sentidos perciben existe y, si el objeto de su percepción no existe, entonces estamos ante una alucinación como perturbación de la percepción – “perceptum sin objeto” (Soler, 1993). Al psiquiatra se le atribuye así el papel de amo de la realidad, de juez que decide lo que es real y lo que no lo es, también según el discurso lacaniano del amo.

Lacan propuso un enfoque completamente diferente, a saber, que no son los sentidos los que definen la realidad del sujeto, sino la relación del sujeto con su inconsciente. A la luz de este concepto, basado entre otras cosas en el análisis de Freud de las “Memorias de un neurópata” de D. P. Schreber (Freud, 1911; Schreber, 1903), la alucinación constituye para el sujeto un retorno al lenguaje del significante que antes había sido excluido de la cadena inconsciente de significantes. La alucinación no sería, por tanto, una perturbación de la percepción, sino algo que proviene del propio sujeto. El sujeto es inmanente a su percepción. Así, contrariamente a todas las teorías en las que el sujeto aparece como el unificador de las aperturas, Lacan lo opone al sujeto del inconsciente.

Presento estos ejemplos de la psicología y la psiquiatría académicas actuales para demostrar un enfoque que se centra sistemáticamente en el yo del sujeto y en su poder para dominar la realidad psíquica. En esta perspectiva, atribuida por Lacan a la psicología y a la filosofía en general, el sujeto es el yo consciente que piensa y habla según el principio cartesiano del cogito ergo sum. Es el sujeto cuya esencia es ser una sustancia pensante, que cree saber lo que dice. Este sujeto es el objeto de esa “subversión” en la que se apoya Lacan para afirmar exactamente lo contrario, a saber, que, si se cree en el inconsciente, el sujeto no sabe lo que dice. Teniendo en cuenta esto, Lacan situó al sujeto y al objetivo del tratamiento de manera muy diferente, lo que se resume en su fórmula: “El psicoanálisis le permitiría ciertamente esperar aclarar el inconsciente del que es sujeto” (1973, p. 543). La cuestión es, pues, saber qué es ese inconsciente según él.

En su texto sobre la "Posición del Inconsciente", Lacan afirma que se trata de un concepto de Freud, establecido a partir de la experiencia clínica y que surge de la relación entre el analizado y su analista (1966). Este concepto freudiano introduce otro campo de conocimiento, hasta ahora no descubierto y no descrito, presente solo entre los hablantes. La idea de acceder a este otro conocimiento mediante la abolición del ego como amo produce ya una subversión del sujeto del cogito, clásico en filosofía, donde este sujeto es considerado como la unidad que reside en el corazón de todas sus percepciones. Con el concepto freudiano, el inconsciente produce un “yo pienso” al que no se asocia este yo que dice “yo pienso”.

Descartes, con su cogito, hace la distinción entre sustancia pensante y sustancia no pensante y afirma la existencia del sujeto solo a nivel de la primera. Lacan, en la elaboración de su formulación “anti-cogito”, plantea que, desde el punto de vista del psicoanálisis, esta afirmación es problemática. En primer lugar, los significantes dentro de la asociación libre se consideran como algo pronunciado sin pensar y, por tanto, desde el punto de vista de Descartes, sin sujeto. Además, el individuo no es solo un sujeto, sino que también tiene un cuerpo y pasiones asociadas a él (Soler, 1999-2000, p. 59). Desde el punto de vista de Lacan, a este cogito cartesiano le falta lo que está en la base de toda voluntad, es decir, el objeto a como causa del deseo o el síntoma que puede orientarlo. Según Lacan, el sujeto del cogito se reduce así en Descartes al único sujeto supuesto al significante (Soler, 2002-2003, p. 62).

Por el contrario, el sujeto al que se refiere Lacan constituye una estructura inconsciente en lo que es y en lo que desea, una estructura que no es ajena al cuerpo. El inconsciente como concepto freudiano está estructurado como un lenguaje (1964, clase del 24/1/1964). Lacan considera que cuando Freud habla de represión primaria, se refiere a la represión del sujeto inconsciente de la cadena de significantes (1958, p. 554). Los significantes son efectos ejercidos sobre el funcionamiento del sujeto, incluido el cuerpo. Estas representaciones mentales constituyen elementos aislables y combinables, que nacen, por un lado, de elementos del lenguaje como una letra, una sílaba, un fragmento de palabra o incluso una frase completa, y por otro, de imágenes o gestos que han marcado al sujeto durante su infancia.

En una relación bajo transferencia, este sujeto inconsciente puede ser alcanzado por un cierto tipo de interpretación por parte del analista, que apunta a los significantes reprimidos de la pulsión, y por lo tanto a lo que está ligado a la manera de gozar del sujeto. En consecuencia, la cuestión de la esencia del sujeto –que es la pregunta de los filósofos, de los psicólogos y de todos aquellos que acuden a un psicoanalista a causa de sus síntomas– no puede resolverse más que remitiéndose a lo que se dice literalmente. Mientras que a la cadena inconsciente de significantes solo se puede llegar descifrando la cadena conscientemente enunciada, como en el caso del sueño de la Belle Bouchère en La Interpretación de los sueños de Freud, que es un ejemplo paradigmático (1900)[4].

Sin embargo, Lacan parece ser el primer psicoanalista, después de Freud, que señala y explica los orígenes de los límites del desciframiento en relación con el objetivo de captar la esencia del sujeto. Al hablar, el sujeto tropieza inevitablemente con la cuestión de su esencia, pero no reconoce que lo que desea se le revela como lo que no quiere. A su vez, debido a su desconocimiento, se considera a sí mismo como deseante en lo que lo constituye como un Yo (1960, p. 815). De este modo, capta principalmente las exigencias que son el resultado de sus vínculos con el Otro (por ejemplo, sus padres y todos los que han pasado posteriormente por su vida), basadas en el amor o el deseo.

Según Lacan, el problema es que el significante solo representa al sujeto para otro significante (1964, clase del 12/12/1964); por lo tanto, no nos dice qué es el sujeto y no nos permite identificarlo. Así, cuando aparece un significante, podemos suponer la existencia de un sujeto, pero sobre él no podemos decir nada más. Invitar al analizado a asociar libremente equivale a empujarlo a producir los significantes amos, S1, que lo representan como sujeto. Sin embargo, como Lacan aclarará más adelante en su enseñanza, esto no explica de dónde viene el goce del cuerpo (1972-1973). Sin embargo, es precisamente lo que se busca en el discurso del analizado: lo que se oculta siendo un vector del deseo y de la forma de gozar inconsciente del sujeto y que es la reacción del sujeto a su primer encuentro con estas marcas de la sexualidad, vistas u oídas en otros o experimentadas en su propia carne. Por lo tanto, en contra del enfoque de la psicología y la psiquiatría, la normalización no es uno de sus postulados. Captar la huella del goce inédito en el sujeto es un elemento clave para entrar en análisis.

Lacan plantea que el psicoanálisis solo puede comenzar una vez que el sujeto ha identificado un síntoma singular en las entrevistas preliminares con el analista. Este enfoque difiere del de Freud en que, según éste, el sujeto –siempre que fuera neurótico– podía presentar numerosos síntomas, que el análisis debía reducir. Sin embargo, lo que no ha cambiado desde la época de Freud es que el síntoma es el portador de este nuevo goce del sujeto; según Lacan, todos los síntomas derivan por sustitución de un síntoma de base. A diferencia de otros síntomas, este síntoma singular es analizable cuando se apoya en una estructura similar a la de la palabra (Lacan, 1966, p. 431). Este último se refiere al mecanismo de la represión, que consiste en la desaparición de un significante de la cadena, un significante cuyo índice es el plus de sentido.

El enfoque de Lacan sobre el síntoma parece explicar la diferencia en la conceptualización del sujeto en el tratamiento analítico entre el psicoanálisis lacaniano y la psicología de todas las corrientes. En el análisis lacaniano (subrayo esto, pues no estoy segura de que se aplique a otras corrientes que se autodenominan psicoanalíticas y que operan dentro de la rama polaca de la IPA), se supone que el analista está advertido de que debe tener en cuenta que los significantes de la queja de la persona que acude al psicoanalista llevan un determinado significado del sujeto, pero no del sujeto inconsciente. Entre los grandes análisis de Freud, comentados por Lacan, la descripción del caso del Hombre de las Ratas parece muy útil aquí a modo de ilustración.

En este caso de neurosis obsesiva, hay un pasaje en el que, ante el pensamiento de la “tortura de las ratas”, el paciente de Freud es incapaz de hablar y su rostro está marcado por un terror causado por su propio goce ignorado (1935). Lacan, en “El mito individual del neurótico...”, si bien coincide con Freud en este estado simultáneo de horror y fascinación, señala que la imagen de la “tortura de la rata” dibujada por el Capitán cruel del ejército provocó en el paciente de Freud la actualización de las temáticas de su neurosis infantil. Lacan observó que, tras la inducción de la angustia, la imagen de la tortura aparecía en el paciente bajo la forma del típico miedo obsesivo a verla infligida a sus seres más queridos: su amada y su padre, aunque este último ya no estuviera vivo y quedara reducido a una figura imaginaria (Lacan, 1953). Con este caso freudiano, Lacan nos muestra la diferencia entre el sujeto representado por la cadena significante que transmite sus propios deseos e impulsos, y lo que resulta para este sujeto del discurso de sus Otros parentales, por lo tanto, de sus significantes amo S1, que se supone lo identifican. Es importante subrayar esto en relación con su entrada en el análisis. Aunque el Hombre de las Ratas, del alemán Rattenmann, le cuente a Freud sus aventuras y le describa el cuadro de su neurosis, no puede comenzar su análisis únicamente a partir de su identificación con el oficial de reserva y todos los ideales del yo que ello conlleva, por los que espera ser admirado por Freud. Para ello es necesario que se incluya en su discurso un significante del inconsciente, un significante del síntoma que oprime al sujeto y en el que éste no se reconoce, en este caso la rata, del alemán Ratte. Así, aunque el sujeto tenga la tentación de deslumbrar a su analista con estos significantes del ideal del yo (por ejemplo: ser un oficial, como su padre, listo para ir a la guerra), el punto de inflexión corresponde al momento en que se enfrenta a los significantes de su goce ignorado.

El significante “rata”, Ratte, remite a toda una serie de otros significantes que, a partir de su sonido en alemán, forman una red en la que quedan atrapados la vida y el ser del sujeto. Parece que Lacan fue el único entre los post-freudianos que retomó y repensó este mecanismo de entrada en el lenguaje que produce el sujeto. Lacan insiste en que el sujeto que viene al mundo se ocupa primero del sonido de los significantes, que describe con su neologismo lalangue, y que solo con el aprendizaje de la escritura y la lectura, que vienen después, empieza a tener en cuenta lo que entra en las reglas de la ortografía y la gramática. Así, en la asociación libre con la palabra Ratte, aparece Spiel Rate, un significante que constituye una huella de la deshonra paterna, ya que esta expresión designa a la vez la apuesta perdida en el juego por su padre que nunca devolvió a un colega del ejército y un juego de ratas que se manifiesta por la desaparición de la consonante "t". Otro ejemplo se da con la palabra Heiraten, casarse, que lleva al motivo paterno de elegir una esposa, pobre o rica; también está el nombre Rattenmamsell, la matrona rata de un cuento infantil. El paciente de Freud también ha sustituido el dinero por las ratas estableciendo una equivalencia: “Tantos florines como ratas”, de nuevo basado en el sonido similar de las palabras Ratte, rata, y Rate, tasa.

A medida que se descifra e interpreta esta red de significantes, la obsesión del Hombre de las Ratas disminuye, pero sin explicar el aspecto corporal de su síntoma, a saber: ¿de dónde procede este goce persistente? La respuesta es que el origen del goce del síntoma es contingente. En este caso, se trata de la combinación accidental del significante “rata” con un acontecimiento corporal, en el que su propio cuerpo había sido “torturado” por los oxiuros. Este acontecimiento estableció las condiciones para que experimentara el goce sexual, por un lado, y por otro proporcionó una base para la fantasía del acto sexual sádico del Hombre de las Ratas.

El ejemplo del Hombre de las Ratas comentado por Lacan ilustra claramente el modo en que el síntoma del sujeto se nutre de lo que no depende únicamente del significado, sino de lo que proviene de la coalescencia de un elemento del lenguaje, a saber, el significante Ratte, y un goce del cuerpo que viene per rectum.

Por eso, a medida que avanza su enseñanza, Lacan insiste en que el análisis no puede limitarse a descifrar el sentido del síntoma, a riesgo de llegar a un callejón sin salida. Esto se debe a la particularidad del síntoma que, a diferencia de las otras formaciones del inconsciente que son acontecimientos del sujeto, se perpetúa como acontecimiento del cuerpo, de ahí la idea de que cada sujeto posee un síntoma nacido de una coincidencia fortuita que conduce al primer goce corporal. En consecuencia, en la perspectiva del psicoanálisis lacaniano, a diferencia de la psicología o la psiquiatría, explicar el significado de un síntoma y curarse de él en el tratamiento son dos objetivos contradictorios, pues, aunque el desciframiento del significado tiene un efecto terapéutico sobre el síntoma, también lo alimenta.

Por lo tanto, la asociación libre y el desciframiento en el análisis pueden continuar indefinidamente. Pasar del significante S1 al significante S2 produce otro S1 que lleva a un S2, pero si S1 es capaz de representar a un sujeto para otro significante, es incapaz de decir qué es ese sujeto y qué quiere. En este sentido, el concepto de inconsciente tal y como lo concibe Freud no permite afirmar que pueda haber una respuesta a la pregunta del sujeto sobre su esencia. Así, se planteó para Lacan la cuestión de si la solución estaría en una modificación del concepto de inconsciente o en el descubrimiento de otro medio para alcanzar lo que no puede ser alcanzado por el significado, con el fin de levantar la indeterminación del sujeto que solo se asume en el significante.

Lacan tomo ambos enfoques. Comenzó modificando su conceptualización del inconsciente. Hasta Encore, el inconsciente era para él una cadena significante, sujeta a las leyes de la gramática. A partir de Les non-dupes errent (Seminario XXI), será sustituido por el inconsciente que se refiere a lalangue y se compone de Unos. Así, a la tesis planteada al principio de su enseñanza, según la cual el lenguaje limita el goce entre los hablantes, Lacan añade la idea novedosa de que el inconsciente constituye el aparato del goce y se convierte en un saber que se goza, porque se puede descifrar, y los elementos de la lalangue se pueden gozar[5]. El significante ya no es del orden de la sustancia pensante sino de la sustancia gozante, lo que subvierte una vez más el cogito cartesiano.

¿Cómo podemos entonces, con este nuevo enfoque, llegar a lo real del síntoma? ¿Cómo, en lugar de alimentarlo con sentido, puede morir de hambre? Lacan responde que la idea de que el síntoma es real significa que conserva un sentido en lo Real. Así es como “el psicoanalista, si tiene suerte, puede intervenir simbólicamente para disolver el síntoma en lo Real” (Lacan, 1976-1977). ¿Cómo se puede lograr esto? A través de una interpretación basada en el equívoco, que tiene así la posibilidad de apuntar a lo real en desafío al significado gozado, el analista ocupa la posición del interlocutor que podría responder a la pregunta sobre la esencia del sujeto. De este modo, no cae en la trampa de la falta de diálogo que genera el seguimiento del sentido. Sin embargo, hay que subrayar que más allá de la captación del goce del cuerpo, el eje del enfoque lacaniano es captar la respuesta a este goce accidental por parte del sujeto.

La idea de Lacan de ir más allá del desciframiento de los significantes es importante si creemos que solo se puede cambiar lo que ocurre del lado del sujeto, y que lo que queda arraigado como condición del goce del cuerpo está sujeto a lo que él llama identificación con el síntoma. En el ejemplo del Hombre de las Ratas, se trata de la reducción de la neurosis obsesiva en el curso del desciframiento y la persistencia de una fijación primaria en el erotismo anal. Como esta última es una fijación de goce, lo único que puede mover el análisis es esta fascinación del lado del sujeto. Lo que Lacan denomina identificación con el síntoma, como algo que puede realizarse mejor al final del análisis, oscila entre la resignación fatalista y la reinvención aceptada, según la medida en que el síntoma del sujeto se preste al uso que cada uno pueda hacer de su síntoma con fines de identificación (Soler, 2020, p. 118). Así, el objetivo propio del análisis no es la identificación con el analista, como en la corriente psicoanalítica de la psicología del yo, ya que identificarse con éste equivale siempre a identificarse con el significante.

El “discurso analítico” es propuesto por Lacan para describir el cuarto tipo de lazo entre el analista y el analizado, que es el único que apunta al goce y lo interroga. El analista desafía al analizado a decir la verdad sobre el objeto que falta, pero como este objeto a es sin figura y sin significante, solo puede ser abordado a través del discurso del inconsciente (Soler, 2009, p. 147). En este discurso, el analizado es el sujeto barrado $ que tiene un cuerpo pero que no es este cuerpo. El analista, en cambio, se deja producir a partir de un objeto a del analizado, sin saberlo, procedente de su real, de un trozo de cuerpo que ya le ha sido arrebatado: un pecho, un excremento, una mirada, una voz. El analista obtiene el valor del objeto a para el analizado a través del amor de la transferencia por parte de éste. Es a través de esta posición que se puede interrogar el goce del sujeto. Pero esta presencia del analista como objeto solo interviene a través de su decir específico en la interpretación, que Lacan describe como su deber en el análisis. La presencia del analista es causa suficiente para iniciar el tratamiento psicoanalítico, pero es la presencia del decir la que hace el acto analítico. Gracias a este acto, el analizado avanza entre la entrada y la salida del análisis.

 

 

Traducción al castellano: Anna Wojakowska-Skiba

Edición, revisión y corrección: Juan Manuel Moraña y Rodrigo Abínzano

 

 

Bibliografía y referencias

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-Włodzimierz Szewczuk, Zygmunt Freud i jego koncepcja człowieka



[1] EPFCL-Francia - L'école de Psychanalyse des Forums du Champ Lacanien-Francia.

[2] Véase Włodzimierz Szewczuk, Zygmunt Freud i jego koncepcja człowieka (Sigmund Freud y su concepción del ser humano) y Freud, S. Psychopatologia życia codziennego (Psicopatología de la vida cotidiana). PWN: Varsovia, 1987, pp. 7-29.

[3] Nota de edición: Aquí la autora hace referencia a “Cinco psicoanálisis”, la compilación de los 5 grandes historiales freudianos, modalidad en la que están publicados dichos escritos en diversos idiomas, caso que no es el de las ediciones en castellano. Creemos necesaria dicha aclaración por las menciones sucesivas a dicha compilación.

[4] Véase Soler, C. Ce que Lacan disait de femmes. Éditions du Champ lacanien, Paris 2003, pp. 52-66.

[5] Véase Barillot, P., Guérit-on de la névrose? Mensual 141, EPFCL-Francia 2021, p. 6-12.


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