Acontecimiento Freud

Algo más de un siglo de psicoanálisis pone en evidencia el impacto político del descubrimiento freudiano y a pesar de todos los matices que presentó en su historia el movimiento psicoanalítico, aún en nuestros días podemos pesquisar en el campo de los fenómenos sociales la impronta, la marca del descubrimiento de lo inconsciente. Un fallido, un sueño, un olvido de un nombre, un chiste etc. quieren decir algo más. Al menos en Argentina un lapsus, por ejemplo, es leído efectivamente como un lapsus por buena parte de la población, incluso hasta cuando algún funcionario del poder comete alguno en público se replica luego en las noticias produciendo ese efecto cómico cuando, queriendo decir algo, nos muestra con claridad la estructura de la verdad mentirosa.

Esta vigencia se debe a la marca del acontecimiento Freud en la cultura, como lo llama Lacan, pero también se debe a ese otro aspecto de la política que se han dado los psicoanalistas, hacia el interior del movimiento, a partir del propio Freud para propagar el descubrimiento de lo inconsciente:

Desde 1909 se agruparon en derredor de mí cierto número de médicos jóvenes con el propósito expreso de aprender, ejercer y difundir el psicoanálisis. La iniciativa partió de un colega que había experimentado en su persona el saludable efecto de la terapia analítica. Determinados días se hacían reuniones vespertinas en mi casa, se discutía siguiendo ciertas reglas y se buscaba una orientación en ese campo de estudios extrañamente nuevo, procurando ingresar en él a otros investigadores. (Freud, 1914, 24)

El aspecto individual del método analítico y su vínculo con lo social, entre ellos la propia asociación de los psicoanalistas, está en los orígenes mismos del psicoanálisis. La interrelación entre lo individual y lo colectivo es un tema tratado en detalle por Freud en grandes textos como Psicología de las masas y análisis del yo, El malestar en la cultura, El porvenir de una ilusión, y Tótem y tabú entre los más icónicos. Pero no sólo en sus textos podemos ubicar esta interrelación, sino en los propios actos de Freud observamos la marca de lo político: una de ellas es su vínculo con las universidades que se habían interesado en su descubrimiento, como lo testimonia él mismo en la Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico, observamos y leemos allí un acto político de Freud al introducir su discurso en la universidad a través de algunos lectores interesados de los círculos académicos, un ámbito sólo reservado para la divulgación científica. A partir de estos lazos con las universidades la difusión de su pensamiento no quedaba solo entre sus discípulos, sino que se abría pasos más allá por vías establecidas socialmente, consiguiendo así un lugar en los bordes de la legitimidad social. Lugar que el psicoanálisis, vía Freud y pioneros, se supo ganar y que lleva hasta nuestros días la marca indeleble del descubrimiento de lo inconsciente: aceptación y rechazo a la vez.

Podemos ubicar en Freud dos aspectos claros e interrelacionados que el psicoanálisis como praxis no va a abandonar nunca: la política intrínseca al dispositivo y la política extendida al campo de la transmisión, la aplicación y su impacto en lo social. La misma noción está formalizada en las concepciones de Lacan sobre el psicoanálisis en intensión y en extensión en lo que refiere a la política de la Escuela de psicoanálisis presentada en su Proposición.

Volviendo a Freud; al escuchar a las histéricas acogió al síntoma de otra manera que la médica, inventó así una praxis que se separa para siempre de la psiquiatría. Esa escucha es política y ética a la vez, dos dimensiones soldadas para el psicoanálisis.

Se trata del gran gesto político del inicio puesto que, además, a través de esa escucha, Freud descubre un hecho escandaloso y subversivo para la idea de subjetividad de su época que hace temblar los cimientos de todas las normativas: el hombre no es dueño de sí mismo, no será más el centro de sí mismo; hay algo que piensa en él, hay un sujeto en él que él desconoce, hay un saber sobre él mismo que no sabe. Esto es una declaración política. Trastoca para siempre el lugar de los sujetos, es una declaración que subvierte el poder. El yo no es amo en su propia casa.

Se trata de un hecho político con dimensiones éticas, en tanto subvierte el lugar del agente del dominio, del que comanda, abriendo paso al sujeto del inconsciente, portador de un saber no sabido, echando por tierra toda idea de normalidad en tanto el síntoma será el modo de respuesta, la formación de compromiso entre las mociones inconscientes y la represión que les juega en contra. De esta manera el síntoma ocupa un lugar de privilegio en el dispositivo, no se lo sanciona, se conversa con él, se despliega en la transferencia. Es el valor político del síntoma disidente con respecto al cuerpo socializado.

Praxis de una política en acto, en tanto supone allí un sujeto que tiene algo para decir implicando una dimensión ética que incluye la forma singular del padecimiento de ese sujeto, su modo de gozar. Este vínculo con la singularidad del síntoma de cada sujeto se separa de toda ideología de salud o enfermedad, de toda idealización de lo que estaría bien para que el sujeto sea feliz, en tanto se abre a la posibilidad de que el sujeto se oriente por lo que desea, orientación que sólo podrá conseguir a través de los puntos de fijación de los modos en los que se presentan sus goces singulares. Por lo tanto, un psicoanálisis no promete la felicidad como ideología, diferencia política absoluta con las psicoterapias y sus consejeros, herramientas e imperativos para vivir mejor.


El inconsciente es la política

Esta frase, repetida muchas veces en los ámbitos psicoanalíticos, Lacan la enuncia en su seminario del 10 de mayo de 1967, La lógica del Fantasma (1967), y aclara que no dice que la política es el inconsciente, sino que el inconsciente es la política. Pone en tensión esta afirmación con la freudiana "La anatomía es el destino". Diciendo que tomar esta cuestión "El inconsciente es la política" permitirá quizás una sana percepción de lo que Freud ha descubierto. Una sana percepción en tanto todo el desarrollo freudiano muestra que lo que podría denominarse determinación es efecto del lazo con el otro y de tomarse esta frase "la anatomía es el destino" sin hacer jugar esos otros desarrollos, podríamos caer en un determinismo biológico.

En esta clase, Lacan habla de lo que significa en la relación al Otro la búsqueda de aceptación y el hacerse rechazar, señalando además la paradoja de que el rechazo puede constituir un beneficio. Entonces, el inconsciente es la política porque es lo que liga y opone a los hombres, bajo la forma de la aceptación y del rechazo. Marca de origen del descubrimiento freudiano, tal como lo señalaba al inicio de este texto.  La política supone el intercambio, concierne al lazo. Se trata de la parte del Otro que hay en el sujeto, es lo Simbólico, que extrae su eficacia en la afirmación de la Ley.

Dos años más tarde, al comenzar a bocetar el Campo Lacaniano como el campo del goce, Lacan introduce elaboraciones fundamentales para la política del psicoanálisis: durante el dictado de su seminario El reverso del psicoanálisis formula sus famosos cuatro discursos, cuatro modos de regulación del goce que generan lazo social; pasaje fundamental en su enseñanza de lo individual a lo colectivo, lo que implica ubicar en el meollo de la cuestión del sujeto del inconsciente la relación entre lo social y lo político; y por otra parte y más explícitamente, el lugar político del analista en ese lazo social de a dos que es el discurso analítico. Estos discursos son modos de funcionamiento del sujeto del lenguaje en el lazo social:

Cada discurso, aquello que Freud llamaba civilización, construye un tipo de lazo social; digamos: una pareja tipo, el amo y el esclavo, el profesor y el estudiante, la histérica y el amo, y luego el psicoanalista y el psicoanalizante. No son equivalentes, por cierto; pueden ser denunciados, pero todos forman lazo y sirven de recurso contra los infortunios programados de la pareja sexual. (Soler, 2013, 223)

Si el inconsciente es la política, la puesta en forma del síntoma para que advenga síntoma analítico en el dispositivo es la (a)puesta política en acto del analista del descubrimiento de Freud, esto es: síntoma que toca el cuerpo, histerización del discurso, que se despliega en transferencia y habla en el sujeto, disiente (diciente) desde la opacidad del goce que lo conforma.


Virulencia política del síntoma

Si el hombre es un animal político, es por ser a la vez hablante y hablado por los otros. Sujeto del inconsciente, recibe siempre de un Otro, del discurso que circula en su entorno, las palabras que lo dominan, que lo representan y que lo desnaturalizan para siempre. Esta noción básica es la que nos permite sostener que el inconsciente no es algo cerrado sobre sí mismo, escondido en el individuo que habría que forzar para que se manifieste, sino que el inconsciente se produce en una relación. Relación entre lo viviente y la palabra; es decir que el Otro del lenguaje siempre está implicado como modelo, sostén u obstáculo. Encontramos ahí entonces el germen mínimo de la política sostenida en un modo de lazo.

En los tiempos actuales, donde prima el individuo por sobre la subjetividad, el lazo social se degrada cotidianamente. Lo que hoy se denomina política, lejos de los ideales comunitarios que estructuran la trama social, se ha reducido a unos cuantos slogans, y a una industria del marketing político consumible que permite ganar elecciones y construir tramas de poder y negocios exiliados de las problemáticas de las sociedades produciendo un proceso de individualización permanente sobre los sujetos, precarizando el lazo social y estimulando el consumo de las imágenes con su consecuente efecto de rivalidades imaginarias que, expresadas al máximo, llevan la situación a la estimulación del odio y la segregación.

El psicoanálisis nos ha enseñado bastante sobre el poder, no hace falta demasiado para ejercer influencia: sólo unas palabras bien elegidas y la imposición se produce. Toda la industria de la publicidad se sostiene en esa lógica. Pero una serie de slogans que se consumen y se reproducen hasta el hartazgo no son discursos; la maquinaria del mercado tiene la particularidad de capturar rápidamente un hecho político y repetirlo sistemáticamente hasta banalizarlo y vaciarlo de contenido en pocas horas. Este fenómeno puede observarse en algo tan trivial como la entrega de algún premio importante; por ejemplo: el premiado enuncia en nombre propio una declaración política que produce un efecto contundente y rápidamente los que lo suceden repiten el speech de modo tal que al final de la ceremonia ya es un slogan que se viraliza en las redes sociales a nivel mundial. En menos de una semana el acto político del protagonista queda vacío de toda virulencia e impotente para producir algún cambio. Todos somos consumidores consumidos.

Un individuo del consumo no es un Sujeto y, allí donde la ciencia y el capital lo forcluyen, el psicoanálisis con su apuesta lo supone. Supone un Sujeto allí donde el individuo con su síntoma, que disiente con lo normativizante, llega con su queja. Esta suposición es en sí misma una apuesta política que recorre todo el dispositivo analítico desde el inicio hasta el final de un análisis donde el analista en su función hace uso del fenómeno de la transferencia para poner en acto esa relación entre el sujeto y su objeto, instalando ese lazo social mínimo que es el discurso analítico para dar lugar al síntoma como expresión de la singularidad del Sujeto.  En este sentido puede leerse el “saber hacer con su síntoma” de un fin de análisis como una forma de saber hacer en la polis con aquello que no entrará en circulación social jamás por la vía del goce pero que, una vez disecada la cara del sentido gozoso del síntoma, puede quedar disponible su otro aspecto, el deseante, que permite ponerse a jugar en lo colectivo de los discursos.


Dimensión política de la intensión y la extensión del Campo Lacaniano: la Escuela

“[…]la raíz de la experiencia del campo del psicoanálisis planteado en su extensión, única base posible para motivar una Escuela, debe encontrarse en la experiencia psicoanalítica misma, queremos decir considerada en intensión […]”

J. Lacan. Primera versión de la proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el analista en la Escuela

 

En nuestro ámbito es bastante común encontrarse con quienes practican el psicoanálisis que sostienen que está el psicoanálisis, su clínica y su práctica, por un lado, y además está la política que se practica en la institución analítica barriendo de esta forma el alcance político del discurso analítico, sin darse cuenta que decir discurso analítico es decir un tipo de lazo social con incidencia y presencia entre los otros lazos sociales, lo que equivale a decir que el psicoanálisis mismo, como práctica, es político. Pretender la política como algo ajeno al discurso analítico es despojarlo de su propia incidencia en la cultura, de la apuesta que se sostiene en el deseo del analista: apuesta por la diferencia absoluta. Y aún más: no hay deseo del analista que no se sostenga en una praxis de la ética del deseo y la política del síntoma disidente; en tanto que el deseo del analista, en su apuesta por la búsqueda de la diferencia absoluta, es solidario con la disidencia del síntoma, singularidad máxima del Sujeto del inconsciente. Sin esta solidaridad en acto puede haber funcionarios del discurso analítico que sepan apretar bien los botones, pero no hay analista si ese deseo no le adviene. (Lacan, 1973, 329)

Por lo tanto, será política de la Escuela poder dilucidar de qué manera alguien adviene analista, qué lo lleva a querer ocupar ese lugar y poder garantizar su ex – sistencia a partir de la formalización del Acto que pone de manifiesto el surgimiento del deseo del analista; y es allí donde el dispositivo del pase propuesto por Lacan condensa los dos aspectos lógicos que aparecen en la proposición: la intensión y la extensión, ambas formas lógicas, interrelacionadas, de nominación de la misma cosa.

El psicoanálisis en intensión remite a la intimidad de su práctica, a la experiencia en el dispositivo freudiano, la extensión se nutre de esta experiencia para intentar sacar a la luz los efectos del psicoanálisis tal como se practica, cómo se teoriza e incluso qué incidencia tiene en lo social, no sólo el discurso analítico en tanto tal, sino la dimensión del sujeto analizado, esto es: aquél que ha trastocado su economía de goce en el recorrido de un análisis. Esta incidencia dependerá del uso que el analizado haga con lo que adquirió pero es de vital importancia, en lo que a la Escuela refiere, poder capitalizar los efectos del acto analítico con el fin de sustentar la vigencia del discurso analítico, a diferencia de los otros usos que un analizado podrá hacer del saber adquirido:

Lacan reconocía que el analizado podría poner sus nuevos recursos al servicio del árbol genealógico, o sea: del Padre, del nombre propio o del escabel, más que del deseo del analista. Esto se puede decir de diversas formas, pero siempre designa un uso narcinista. Creo que Lacan había descubierto eso frecuentando a los miembros de su propia Escuela y sus alumnos. (Soler, 2013, 91)

Junto con el par intensión – extensión podemos situar este otro: analista – discurso analítico, el primero: el analista como producto de la intimidad de la experiencia en el dispositivo y el segundo en su incidencia ya en lo social, como discurso entre dos. Los cuatro términos intensión/extensión/analista/discurso analítico se anudan, se interrelacionan y se sostienen en el espacio político de la Escuela. 

Es por eso que hemos acuñado el término Experiencia - Escuela[1] que refiere a lo que el psicoanálisis enseña, de lo que cada cual aprendió de su cura y que puede valer eventualmente para todos, de lo que el psicoanálisis cambió en el caso por caso y que pueda ser replicado para otros. De someter a prueba lo que cree haber aprehendido en su acto denegado por estructura, someterlo a la prueba de una transmisión, dado que, a diferencia de la ciencia, se trata de una experiencia siempre singular y nunca reiterable.

“¿Qué es la condición política según Aristóteles y luego redefinida por Hannah Arendt?” – se pregunta el filósofo y ensayista Éric Sadin – “Es un buen equilibrio entre la acción y el verbo. La acción está primero y el verbo viene luego a comentar esa acción para ver cómo se pueden mejorar las cosas. La acción permite que se juzgue y el juicio a su vez permite rectificar.” (Sadin, 2022)

Podemos retomar esta condición política para la Escuela de psicoanálisis: el acto analítico está primero y el verbo viene después a tratar de decir sobre eso. Por lo tanto, la condición política es intrínseca a la Escuela, cuyo núcleo es el dispositivo del pase desde donde emerge dicha política: acto y verbo, juicio y reformulación permanente para tratar de garantizar que haya analista, única posibilidad de subsistencia del discurso analítico.  


Referencias Bibliográficas

-Freud, S. (1914) “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico. Obras Completas Tomo XIV Amorrortu Ed. Buenos Aires.

-Lacan, J. (1966-1967). Seminario 14. La lógica del fantasma. Clase del 10 de mayo de 1967. Inédito.

-Lacan, J. (2012). “Nota Italiana. Otros Escritos. Buenos Aires, Paidós.  

-Lacan, J. (2012). Primera versión de la Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela Otros Escritos, Buenos Aires. Paidós.

-Martínez, F., Buttini M., Rostagnotto A. Hacer Escuela en el Campo Lacaniano: cauces de la política del analista. Psicoanalítica Vol. 12. Escuelas en psicoanálisis. La formación de analistas. Publicación electrónica de la Universidad Veracruzana de México. www.psicoanalitica.uv.mx

-Sadin, Éric. (2020). La Era del individuo tirano. El fin del mundo común. Buenos Aires, Caja Negra.

-Sadin, E. (2022). Estamos en un proceso de pantallización de la existencia. En diario Página/12. 23 de octubre de 2022. www.pagina12.com.ar

-Soler, C. (2013). Lacan, lo inconsciente reinventado. Buenos Aires, Amorrortu Editores. 

-Soler, C. (2013). El fin y las finalidades del análisis. Buenos Aires, Letra Viva.



[1] La noción de Experiencia-Escuela fue elaborada en el desarrollo del trabajo en común que realicé con Alejandro Rostagnotto y Matías Buttini en el primer dispositivo local de la EPFCL en América Latina Sur, COLAGE, (2016-2018) para distinguirla de la idea de Escuela como una institución meramente administrativa. Se puede consultar al respecto una intervención realizada en el Foro del Campo Lacaniano de México, publicada en la revista Psicoanalítica, de la Universidad Veracruzana de México. www.sicoanalitica.uv.mx



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